jueves, 2 de marzo de 2017

No es el Islam, es el machismo.

Después de tanto camino andado para lograr la igualdad entre hombres y mujeres, siguen quedando hogueras encendidas en nuestro bosque ya apagado y seco, dispuestas a propagarse. En países como Arabia Saudí, en los que la religión es el Islam y la cultura el machismo, encontramos premios de consolación como muestra este artículo, como que se permita que las mujeres puedan residir en un hotel sin la presencia de un hombre o inclusive que conduzcan.

¿Deberían agradecer que se lleven a cabo estos "adelantos" en su sociedad? En mi opinión, es simplemente inconcebible la idea de que se pueda prohibir a una mujer llevar a cabo actos tan cotidianos y necesarios. En mis esquemas, y confío, aunque sin muchas esperanzas, en que también en los de la sociedad, no hay espacio para una una diferenciación entre géneros, me atormenta la sola idea de que existan "civilizaciones" en las que todos tengan integrado que las mujeres deben tener un control y unas ciertas restricciones, como dice Abdulla al Alami "Me opongo a esta decisión, y he aquí mis razones: no a que las mujeres conduzcan porque si van a conducir, dejarán sus casas, comenzarán a usar maquillaje y se quitarán sus velos.." "No podemos confiar en las mujeres de este país porque conduciendo perderán su honor" 

El verdadero problema es que realmente creen que la mujer es una especie distinta, con unas condiciones distintas y que necesitan una tutela. Se las encasilla en un ámbito con un único papel: el de esposa y madre, del cual no pueden e incluso a estas alturas, no quieren salir. A pesar de las muchas muertes y maltratos completamente legales que derivan de esta idea, continuamos contentándonos con la típica frase que en los países desarrollados utilizamos para desentendernos de los problemas ajenos: "Si es su cultura, debemos respetarlas, y si no te gusta, no vayas a su país"

Pues yo reniego de los límites que establecen la cultura, la religión y las fronteras. Hay algo más poderoso y más valioso que todo eso. Es una cultura universal, una religión que comparten todos los dioses y una goma que borra todas las fronteras que nos separan, es derecho a la igualdad, el derecho que todos tenemos como personas humanas.

Desde aquí hago un llamamiento a la concienciación y a la mentalización de que necesitamos un cambio. No es fácil llevarlo a cabo, y mucho menos lograrlo sin ayuda y mucho tiempo, pero el primer paso es evidente, rechazar de forma absoluta estas prácticas tan retrógradas, y no mostrar compasión ni comprensión ante países en los que se llevan a cabo. Tan solo puedo desear que algún día, todas las mujeres miren hacia estos lugares como miran ahora los judíos a los campos de concentración.

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