Parece ser cierto que «se nos está yendo la pinza con los convites, banquetes y regalos», como advirtió la semana pasada el juez de Menores de Granada,Emilio Calatayud, en una entrada en su cuenta de Facebook que en pocas horas se convirtió en un alegato viral contra la desmesura.

¿Qué nos lleva a celebrar actos religiosos hasta tal punto? ¿Dónde queda la tradición?¿Dónde esta la crisis?
Pues bien, quiero empezar comentando, que si que es verdad que ahora las parejas suelen tener menos niño que hace unos 20 años, por lo que ahora pueden invertir más en ellos. Muchas veces a mi ya me da que pensar que lo hacen simplemente por querer llamar la atención, por querer mostrar que tienen dinero. Hasta el punto en el que los padres compiten por ello, llevando un acto religioso a ser accesorio de un evento social.
En mi opinión este acto religioso, ha perdido su carácter, convirtiéndose en un evento social familiar, llegando incluso a invertir y darle más importancia al consumo, a las bebidas alcohólicas, a los preparativos y demás tonterías, que para mi gusto, a la bonita etapa que va pasando un niño preparándose para ese día.
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