miércoles, 24 de mayo de 2017

Un joven católico escribe un ensayo a favor del matrimonio gay

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Esta noticia cuenta como un muchacho estadounidense, estudiante de un colegio católico, escribe un ensayo de 127 páginas defendiendo el matrimonio homosexual, a pesar de que su profesora había encargado un trabajo en el que debían defender la postura de la iglesia en contra de este.

Hemos pasado por esclavitud, con la firme creencia de que unas vidas eran más valiosas que otras. Por quema de brujas, acusando a todas aquellas mujeres cuya sabiduría se salía del modelo social. Por años y años de aun existente racismo. Guerras de religión, porque siempre hay una auténtica y otra falsa, que no merece ser aclamada. Maltrato de género, porque los hombres son más que las mujeres. Campos de concentración, hogueras, puños y guerras manchan nuestra historia porque el ser humano no es capaz de respetar lo diferente.

La homofobia es el caso más evidente que podemos contemplar. Es difícil comprender qué pequeños engranajes chirrían en las cabezas de algunas personas, para posicionarse conscientemente en contra de que dos personas del mismo sexo se amen, del mismo modo que lo hacía la Cenicienta y el Príncipe o Mikey y Minie. Pero después de tantos años de durísimo trabajo para hacer llegar un mensaje, que ya desde la infancia se pretende inculcar, ¿cómo pueden seguir desenmascarándose homofóbos tras disfraces solidarios?

La iglesia católica (en algunos de sus ámbitos) siempre ha sido uno de estos grandes disfraces, detrás del cual, a lo largo de la historia, se ha ocultado la avaricia, la violencia y el elitismo. ¿Hasta que punto tienen el derecho de impartir en una escuela sus creencias, si estas atentan contra los derechos humanos? ¿Nadie tiene derecho a alzar su mano y decir basta?

Al igual que lo hago yo ahora, y muchos otros antes de mí, este joven no solo alzó su mano si no que levantó un rascacielos entero. No puedo hacer otra cosa que aplaudir y quitarme el sombrero ante tan valiente y necesaria hazaña. Solo confío en que este acto, que ha llegado a ser noticia por la polémica que acarrea, haya servido para algo. Que unos pocos hayan recibido algo de luz en sus apagadas mentes, y que al menos parte del profesorado del colegio, como de los padres enterados de lo ocurrido, sepan apreciar la justicia cuando la tienen delante y reconozcan el mérito del alumno. Aunque este granito de arena no vaya a cambiar el mundo, al menos va a dar esperanzas a aquellos que están a punto de perderla.

¿Cuántos más arquitectos de la protesta necesitamos para crear un mundo justo?


Sara Sánchez Castro

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